lunes, 15 de octubre de 2012

TODOS necesitamos CUENTOS...


Os quiero mostrar algo...
Se trata de Pep Bruno, nacido en Barcelona  y licenciado en Filología hispánica además de en Teoría Literaria.  Ha basado su carrera profesional a la narración y creación de cuentos. Él, es el protagonista que da respuesta a una serie de preguntas que le han hecho en esta página web: http://weblitoral.com/cuarto-de-contadores/pep-bruno
A continuación, os dejo plasmadas las preguntas y respuestas que más me han gustado y que apoyan de nuevo a la idea de lo imprescindible que es el qué de vez en cuando, se narren oralmente los cuentos. Os las dejo aquí para que las leáis sin obligaros a entrar en la página y tener que buscarlas por vuestra cuenta.



¿Qué dimensión adquiere la palabra a través de la narración oral?
La palabra lo es todo: es la carretera por la que circula el cuento, es también el vehículo que lo transporta, es el puente entre el narrador y el escuchador. Y más, más: la palabra es la tierra sobre la que me sostengo, en la que planto y en la que crecen los árboles que riego y cuido y me cobijan.
Resulta fundamental conocer las palabras y sus significados, su ubicación en la narración, su valor, sus sentidos, el juego que nos ofrecen, su ritmo, su etimología..., la palabra es la materia de la que estamos hechos.
Además, sucede que la manera de contar también cuenta. Por eso las palabras con las que contamos una historia también cuentan en la narración de la historia (no solo por lo que dicen, sino por cómo lo dicen).

Personalmente, ¿qué cualidades le pides a un cuento para que pase a tu repertorio?
Debe ser un cuento que objetivamente sea bueno (por su estructura, su historia, sus recursos...) y que subjetivamente me resulte interesante (por los temas que toca, por cómo piensa, por cómo lo cuenta...).

En concreto, ¿qué textos lo forman?
Mi repertorio está formado por textos que provienen de tres vías distintas: cuentos tradicionales (de tradiciones diversas), cuentos de autor (fundamentalmente para público infantil: porque me interesa que los niños y niñas puedan encontrar los libros donde se alojan los cuentos que cuento) y una tercera vía es la de los textos propios (que inicialmente formaba el grueso de mi repertorio y que con el paso de los años se ha quedado en algo casi testimonial).

Los cuentos de tu infancia, ¿influyeron en tu profesión como narrador?
No, influyó más mi padre, un narrador formidable, un charlatán magistral capaz de tomar la palabra en una reunión familiar y no soltarla en horas consiguiendo que todo el mundo le escuchara fascinado. Casi todo lo que sé como narrador lo aprendí de él (sin saber que me estaba enseñando, sin saber que estaba aprendiendo). No me contaron muchos cuentos en mi infancia (tenía discos de vinilo para eso), pero sí escuché muchas y muy buenas historias contadas por mi padre. Y también leí mucho.

¿Qué papel tiene el narrador oral en la sociedad actual teniendo en cuenta los nuevos usos y costumbres en relación con el ocio?
El narrador oral sigue teniendo el papel de transmisor de la palabra, de portador de la ficción, pero también es el bufón que critica con el verbo acerado, el trovador que canta al amor imposible, el griotque preserva la sabiduría y la tradición, el cuentista que distorsiona la realidad hasta tocar su corazón...
El narrador debe conocer el pasado, habitar en el presente y habilitar el futuro, y todo ello con solo la palabra y el cuento contado.
Pienso por todo esto que el narrador hoy sigue siendo imprescindible, a pesar de que la competencia en e-ficciones y en “rellenadores de tiempo” sea tanta. Porque, a pesar de toda esta competencia, ninguna toca en lo hondo como lo hace la palabra dicha, ninguna llega adonde llega el cuento contado.

Cuando hablas de contar cuentos, ¿separas el mundo de los adultos del de los niños?
Todos necesitamos cuentos. Parece que la narración oral es algo más cercano a los niños, y esta percepción es debida a que el empuje que este oficio ha tenido en los últimos 30 años (y que lo ha revitalizado) ha venido de la mano de su capacidad para animar a leer (entrando por ello en escuelas y bibliotecas). Acaso este sea el motivo por el que rápidamente todo el mundo asocia cuentos e infancia. Sin embargo, los cuentos siguen siendo necesarios para niños, jóvenes, adultos, viejos... los cuentos son alimento. Quien ha contado en institutos de Secundaria o para público adulto comprenderá perfectamente esto que digo. Quien ha disfrutado de una sesión de cuentos para adultos, también.
Las diferencias entre las sesiones de adultos y niños (y cualquier otra clasificación que queramos hacer de públicos) residen en los centros de interés: cada público tiene sus propios centros de interés. Cada edad, cada colectivo, cada persona. Por eso, cuando voy a contar a un sitio hago una previsión de cuentos que podrán interesar pero sólo cuando estoy delante del público decido qué cuentos voy a contar, porque “siento” que tal o cual cuento les va a interesar.
Formalmente también hay algunas diferencias por edades, en el sentido en el que yo trato de tensar al máximo la capacidad de atención del público, pero obviamente el tiempo de atención de los niños de tres años es diferente al de los adultos, por eso entran en juego otros recursos (textos más o menos largos, cantados, participativos -nunca con voluntarios, por cierto-, con apoyo de ilustración, etc.) que afiancen la atención del público.

Eres, pues, partidario de que se sigan contando relatos tradicionales…
Como os decía antes, contar cuentos tradicionales es un extraordinario aprendizaje para los narradores. También tiene ventajas para quienes escuchan: los cuentos tradicionales son perfectos para ser contados y escuchados (llevan muchos siglos de rodaje de boca a oreja) y constituyen un “alimento” natural para el ser humano. Sucede en muchos casos que oímos un cuento tradicional por primera vez y tenemos la sensación de que lo recordamos, y esto es debido a que están íntimamente pegados a nosotros, “son nosotros”.
También tiene ventajas para la comunidad, pues los cuentos tradicionales son cultura que debe respirarse para seguir viva: no están en su hábitat en los libros recopilatorios, su espacio natural es el aire de quien los respira, el aliento de quien los cuenta, el corazón de quien los acoge.
Y por último, es bueno para los propios cuentos. Por ejemplo, que se sigan contando estos cuentos hace que se vayan adaptando a los nuevos tiempos y valores y, por tanto, se asegura su pervivencia y utilidad.
 

Tengo que deciros que me ha gustado bastante leerme esta entrevista, espero que a vosotros también os guste. 
Y por el momento, intentaré no olvidarme de esta frase: 




" Los cuentos tradicionales constituyen un alimento natural para el ser humano" 
Pep Bruno

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