Os quiero mostrar algo...
Se trata de Pep Bruno, nacido en Barcelona y licenciado en Filología hispánica además de
en Teoría Literaria. Ha basado su carrera profesional a la narración y creación
de cuentos. Él, es el protagonista que
da respuesta a una serie de preguntas que le han hecho en esta página web: http://weblitoral.com/cuarto-de-contadores/pep-bruno
A continuación, os dejo plasmadas las preguntas y respuestas
que más me han gustado y que apoyan de nuevo a la idea de lo imprescindible que
es el qué de vez en cuando, se narren oralmente los cuentos. Os las dejo aquí
para que las leáis sin obligaros a entrar en la página y tener que buscarlas
por vuestra cuenta.
¿Qué dimensión adquiere la palabra a través de la
narración oral?
La palabra lo es
todo: es la carretera por la que circula el cuento, es también el vehículo que
lo transporta, es el puente entre el narrador y el escuchador. Y más, más: la
palabra es la tierra sobre la que me sostengo, en la que planto y en la que
crecen los árboles que riego y cuido y me cobijan.
Resulta
fundamental conocer las palabras y sus significados, su ubicación en la
narración, su valor, sus sentidos, el juego que nos ofrecen, su ritmo, su
etimología..., la palabra es la materia de la que estamos hechos.
Además, sucede
que la manera de contar también cuenta. Por eso las palabras con las que
contamos una historia también cuentan en la narración de la historia (no solo
por lo que dicen, sino por cómo lo dicen).
Personalmente, ¿qué cualidades le pides a un cuento
para que pase a tu repertorio?
Debe ser un
cuento que objetivamente sea bueno (por su estructura, su historia, sus
recursos...) y que subjetivamente me resulte interesante (por los temas que
toca, por cómo piensa, por cómo lo cuenta...).
En concreto, ¿qué textos lo forman?
Mi repertorio
está formado por textos que provienen de tres vías distintas: cuentos
tradicionales (de tradiciones diversas), cuentos de autor (fundamentalmente
para público infantil: porque me interesa que los niños y niñas puedan
encontrar los libros donde se alojan los cuentos que cuento) y una tercera vía
es la de los textos propios (que inicialmente formaba el grueso de mi
repertorio y que con el paso de los años se ha quedado en algo casi
testimonial).
Los cuentos de tu infancia, ¿influyeron en tu
profesión como narrador?
No, influyó más
mi padre, un narrador formidable, un charlatán magistral capaz de tomar la
palabra en una reunión familiar y no soltarla en horas consiguiendo que todo el
mundo le escuchara fascinado. Casi todo lo que sé como narrador lo aprendí de
él (sin saber que me estaba enseñando, sin saber que estaba aprendiendo). No me
contaron muchos cuentos en mi infancia (tenía discos de vinilo para eso), pero
sí escuché muchas y muy buenas historias contadas por mi padre. Y también leí
mucho.
¿Qué papel tiene el narrador oral en la sociedad
actual teniendo en cuenta los nuevos usos y costumbres en relación con el ocio?
El narrador oral
sigue teniendo el papel de transmisor de la palabra, de portador de la ficción,
pero también es el bufón que critica con el verbo acerado, el trovador que
canta al amor imposible, el griotque preserva la
sabiduría y la tradición, el cuentista que distorsiona la realidad hasta tocar
su corazón...
El narrador debe
conocer el pasado, habitar en el presente y habilitar el futuro, y todo ello
con solo la palabra y el cuento contado.
Pienso por todo
esto que el narrador hoy sigue siendo imprescindible, a pesar de que la
competencia en e-ficciones y en “rellenadores de tiempo” sea tanta. Porque, a
pesar de toda esta competencia, ninguna toca en lo hondo como lo hace la
palabra dicha, ninguna llega adonde llega el cuento contado.
Cuando hablas de contar cuentos, ¿separas el mundo de
los adultos del de los niños?
Todos
necesitamos cuentos. Parece que la narración oral es algo más cercano a los
niños, y esta percepción es debida a que el empuje que este oficio ha tenido en
los últimos 30 años (y que lo ha revitalizado) ha venido de la mano de su
capacidad para animar a leer (entrando por ello en escuelas y bibliotecas).
Acaso este sea el motivo por el que rápidamente todo el mundo asocia cuentos e infancia.
Sin embargo, los cuentos siguen siendo necesarios para niños, jóvenes, adultos,
viejos... los cuentos son alimento. Quien ha contado en institutos de
Secundaria o para público adulto comprenderá perfectamente esto que digo. Quien
ha disfrutado de una sesión de cuentos para adultos, también.
Las diferencias
entre las sesiones de adultos y niños (y cualquier otra clasificación que
queramos hacer de públicos) residen en los centros de interés: cada público
tiene sus propios centros de interés. Cada edad, cada colectivo, cada persona.
Por eso, cuando voy a contar a un sitio hago una previsión de cuentos que
podrán interesar pero sólo cuando estoy delante del público decido qué cuentos
voy a contar, porque “siento” que tal o cual cuento les va a interesar.
Formalmente
también hay algunas diferencias por edades, en el sentido en el que yo trato de
tensar al máximo la capacidad de atención del público, pero obviamente el
tiempo de atención de los niños de tres años es diferente al de los adultos,
por eso entran en juego otros recursos (textos más o menos largos, cantados,
participativos -nunca con voluntarios, por cierto-, con apoyo de ilustración,
etc.) que afiancen la atención del público.
Eres, pues, partidario de que se sigan contando
relatos tradicionales…
Como os decía
antes, contar cuentos tradicionales es un extraordinario aprendizaje para los
narradores. También tiene ventajas para quienes escuchan: los cuentos
tradicionales son perfectos para ser contados y escuchados (llevan muchos
siglos de rodaje de boca a oreja) y constituyen un “alimento” natural para el
ser humano. Sucede en muchos casos que oímos un cuento tradicional por primera
vez y tenemos la sensación de que lo recordamos, y esto es debido a que están
íntimamente pegados a nosotros, “son nosotros”.
También tiene
ventajas para la comunidad, pues los cuentos tradicionales son cultura que debe
respirarse para seguir viva: no están en su hábitat en los libros
recopilatorios, su espacio natural es el aire de quien los respira, el aliento
de quien los cuenta, el corazón de quien los acoge.
Y por último, es
bueno para los propios cuentos. Por ejemplo, que se sigan contando estos
cuentos hace que se vayan adaptando a los nuevos tiempos y valores y, por
tanto, se asegura su pervivencia y utilidad.
Tengo que deciros que me ha gustado bastante leerme esta
entrevista, espero que a vosotros también os guste.
Y por el momento, intentaré no olvidarme de esta frase:
" Los cuentos tradicionales constituyen un alimento natural para el ser humano"
Pep Bruno
Muy bueno. Te o anoto.
ResponderEliminar