sábado, 20 de octubre de 2012

Despierta sensaciones....

Me he dado cuenta que una vez que se encuentra una página interesante, es complicado dejar de investigar más por sus “pestañas” y enlaces.
 De la misma página de donde está sacada la información de una anterior entrada, os expongo una experiencia titulada “leer y entender con los 5 sentidos” de Débora Chomski. (semióloga, escritora y formadora de formadores.
Ha coordinado el proyecto Los niños y las Bibliotecas Públicas en la Secretaria de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires)

Me ha llamado especialmente la atención este artículo.  Porque al poco de finalizar la clase de literatura del viernes, Irune hizo un inciso diciendo que la elección en los niños de un libro, no tiene porque depender solamente de la vista. Nos comentó que aportará mucha más información un libro, si le tocamos, miramos, olemos… e incluso, si oímos oralmente la sinopsis del libro por la profesora o profesor.

Os dejo los párrafos que he considerado más interesantes de esta experiencia, y que nos terminan por convencer, de que un libro se puede sentir de muchas formas.


 El tacto y la lectura

 Para algunos escritores, el que no palpa los libros nunca llega a amarlos. Esto es: los libros pueden ser tratados como hojas conjuntadas, como juguetes de papel que nos sorprenden o, como objetos contundentes para arrojar directamente a la cabeza. Para otros, entre quienes me incluyo, los libros son algo más que libros: son materia casi orgánica, cargada de sueños. Entonces, cuando acariciamos estos objetos soñamos largamente. Palparlos, nos produce un placer que se desencadena desde las yemas de los dedos hasta nuestra inteligencia.


 Quienes leen con el tacto se figuran los ambientes, los objetos y los personajes como algo que se puede modelar como una arcilla y que se siente, de manera superficial y también profunda. El sentido del tacto es muy importante. Compensa el déficit de otros sentidos, como la vista y en parte, el gusto, ya que a ciertas edades prima más la textura que lo que saben las cosas. Si no ¡cómo se explican los casos de los niños comedores de objetos metálifocos y porqué no, de libros!
 Por eso, no es lo mismo leer mientras se puede tocar lo leído que poder representarlo a través del cuerpo y los gestos. La clave, como educadores es motivarlas a través de palabras o de objetos asociados que los ayuden a promover sensaciones físicas. Por ejemplo, mientras leemos con un grupo de niños me gusta proponer que cada cual acaricie durante la lectura pequeños trocitos de esponjas naturales, plumas, telas o algodones, gotitas de agua, o algodones. Estos objetos, tan cotidianos, despiertan las sensaciones a flor de piel y los conectan con la materialidad de lo que se está leyendo. Y
 esta experiencia los ayuda a imaginar de otra manera lo que están leyendo.



 El olfato y la lectura 

El olfato es uno de los sentidos menos apreciados en el trabajo lector.
Cuando leemos tenemos que aprender a descubrir el olor que irradian las palabras. En general, la literatura suele ser rica en imágenes visuales y olfativas, pero poco se ha estudiado sobre la capacidad de detectar sus matices más variados y distinguirlos. Y cuando tenemos una nariz para los olores de las palabras, somos capaces de inventar olores, recrear olores antiguos o tolerar olores bien desconocidos.
El olor, como la música, es también una vibración y en cuanto tal, es revelador de las personas y las cosas.. Tener un buen olfato de los libros y durante la lectura es como saber catar vinos.

Primero, la nariz define si los queremos. Luego nos aproximamos por esas primeras sensaciones que nos despiertan las palabras y finalmente, degustamos de pleno los textos. Este proceso es un aprendizaje, que puede durar toda la vida. Desde un punto de vista más concreto, aunque los niños de cierta edad están familiarizados con Jerónimo Stilton y sus libros con olores, puede ayudarnos, para una primera fase de enseñar a leer desde el olfato. Una de mis experiencias, en los talleres de lectura, es jugar a identificar el olor de los libros según donde estén ubicados (rincones húmedos, jardines o espacios abiertos), según la materia que traten (historia, lengua, ciencias naturales) o según los colores y las formas de las letras.
Otra posibilidad es buscar elementos de la naturaleza como hojas, ramas, trocitos de madera, frutas o flores, desecarlos o hacer con ellos perfumes caseros y perfumar libros para que al abrirlos y leerlos también los podamos sentir.
Otra de las sugerencias es leer los libros de imágenes, como por ejemplo, La Ola (2007) de Suzy Lee (publicado por Bárbara Fiore), sin prestar atención al juego de las imágenes que propone el texto sino más a partir de los olores que propician o se asocian con los dibujos.


 LEE A TÚ MANERA. PERO HAZLO SINTIENDO...


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