martes, 30 de noviembre de 2010

Leyenda urbana: La mala pasada de los juramentos.

Esta pequeña leyenda, según dicen, les sucedió a unos conocidos de los abuelos de mi mejor amiga.
Se trataba de una joven pareja de unos 28 años de edad. Éstos, decidieron formalizar la relación tras haberse conocido en una cena de trabajo.
Él, se llamaba Héctor, y ella Lorena.
Según decían los conocidos de los abuelos de mi mejor amiga, a la chica se la conocía por su pasado, no conseguía formalizar ninguna relación, pero a pesar de que Héctor se sintieses un tanto inseguro en la relación, decidieron tras pasar un tiempo, tener su primer hijo.
A pesar de que él, ponía toda su confianza en ella gracias al inmenso aprecio que la tenía, le era inevitable preguntarle que si estaba segura, que si verdaderamente le quería o solo era puro interés. Pero Lorena, estaba completamente segura de lo que hacía.
Quedó embarazada. Los meses, iban pasando y el chico, le recordaba que el niño venía de camino, que costaría mucho volver atrás y que por favor, le fuese fiel, porque él , daba todo por su futuro hijo y por ella.
Lorena, le sorprendió con las siguientes palabras:
- Un hijo Héctor, es una de las cosas más importantes que me van a pasar, y tú, lo eres aún más, por toda la confianza que estás depositando en mí. Si yo me acostase con otro hombre, juro que mí hijo, el niño que llevo en mi vientre, pagará todas las consecuencias.
Esas fuertes palabras impactaron mucho al chico. La mujer estaba dispuesta a darlo todo por el bebé y por su marido.
Pero según cuenta esta leyenda, el jurar muchas veces nos juega una mala pasada.
Lorena, se puso de parto. Héctor la acompañaba, y a pesar de que el embarazo había ido muy bien, el parto se complicó. 
Consiguieron sacar al niño, pero éste, venía con una deficiencia respiratoria muy grave y a los cinco minutos desgraciadamente falleció.
El chico, no sabía que hacer, no sabía como expresar lo que sentía. Sus lamentaciones y sus llantos eran impactantes, pero ya no solo por haber sido testigo de tal desgracia, sino por haber oído las terribles palabras de arrepentimiento que salieron de la boca de su mujer : LO SIENTO, LO HICE.

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